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viernes, 29 de marzo de 2013

Sus pies pisaban las duras aceras grises de la calle de una ciudad alejada de todo. Ella, apartada como siempre de todo, disfrutaba en un pequeño banco de madera de largas horas de libros, y maravillosos mundos imaginarios, con la peculiar señora Elisa, que pasaba por allí cada tarde, con sus Levis oscuros y una sonrisa en los labios. Sus mejillas, eran rosadas, y siempre llevaba los labios maquillados en exceso, con camisetas blancas, y alguna que otras veces, sin sujetador.
Era extraña, pero increíble.
Sonó el teléfono, con su ya grabado sonido en la cabeza, de unos pajarillos. ¿Quien podía ser a esa hora?
En sus labios, gruesos y rojizos, se dibujo una pequeña sonrisa. El pequeño aparato gris que la pusieron años atrás, salió de sus labios.
Era un mensaje. Un mensaje que iba a cambiar su vida, posiblemente, para siempre.
Era aquella chica, alta, perfecta. La del vídeo de los malabares. La de los ojos bonitos. La de la sonrisa perfecta. Esa.
"Hola amor, tengo buenas noticias"- Decía. Y con esas cinco palabras, nuestra chica sonreía.
"Dime cielo"-Dije ella, sintiendo una especie de presión en el estomago.
"Vamos a poder vernos :¨23"
Se levanto del oscuro banco y empezó a correr, a gritar, a saltar y llorar de la alegría, hasta que sus piernas no daban para mas, y se tiro al suelo de un parque cercano.
Tenia la cara empapada, y un dolor de tripa tremendo, después de todo nunca había tenido buena resistencia.
"Explícamelo todo, por favor." - Dijo con las palabras más dulces del mundo.
La chica de otro lado le empezó a contar como había pasado todo, con pelos y señales, y muchos asdfghjklñ entre palabra y palabra. Siempre, en todas las conversaciones, lo usaban. Creo que lo hacían cuando no había palabras para explicar algo, pero quien sabe, era chicas y jóvenes.

Horas después  ya estaba en su casa. Ahora, la tocaba la parte, de hablar con sus padres. Posiblemente, no accederían  pero seria mas fácil si la mitad ya estuviese hecha.
La sonrisa de la chica, nuestra  chica de ojos oscuros y esperanzados, se fue perdiendo. Los ojos perdieron su brillo, y se llenaron de lagrimas deseando salir.
Tenia una oportunidad, de ver a su mitad. De ver a la persona que la había ayudado estos años, que habían sido pocos, pero increíbles Y no iba a poder hacerlo.

Se subió a su cuarto y encendió el ordenador que estaba en la mesa. Ahora la necesitaba más que nunca, y eso estaba claro..
Allí estaba, esperándola. Como un reloj. Hacia un año que empezaron a hacerlo una costumbre. Cada noche del sábado ambas se quedaban hasta altas horas de la noche, delante del ordenador, viéndose la una a la otra. Hablaban en susurros, o ni apenas eso, para no despertar a nadie. Simplemente estaban allí.
-¿Bueno que, te dejan?-Dijo nuestra pequeña chica de Pamplona con ganas de recibir un si.
 Baje la cabeza. Su cara cambio al instante, creo que estaba claro que sabia la respuesta.
-Perdóname, lo intente, pero..
-No te tengo que perdonar nada, cielo.
Aquella noche, ninguna de las chicas durmió nada.

Semanas después todo era distinto, nadie supo como, ni siquiera ella, pero los padres accedieron a llevarla con ella. Un simple dia.
"Necesito que planeemos como vamos a quedar y eso"
"Yo te esperare en la estación de tren con mis padre, y luego solo queda esperar a que nos dejen ir solas."
Marco su numero de teléfono  rápido  Mis uñas, amarillas se deslizan por las teclas. La historia de las uñas amarillas, ya la contare otro día.
Me lo cogió. Su voz era tan perfecta como siempre.
-Aun no me creo que te vaya a ver, preciosa.
-Aun no me creo que en unas horas aparezcas en la estación. Que te vaya a poder abrazar.

Era un sábado. Las 7 de la mañana. Ya estábamos en el tren, y nos quedaban unas 9 horas de viaje. Llegaríamos allí sobre las cuatro, y tendríamos una tarde larga, juntas.
El viaje me lo pase en gran parte, durmiendo.
Pero estábamos allí, ella estaría abajo cuando yo saliera. Podría correr y abrazarla por fin.
Cogí las pocas cosas que había llevado, y baje del tren con mis padres detrás. Y allí estaba, después de un año.
Estaba de puntillas, estirando el cuello lo máximo que podía y buscando como una loca. Era graciosa. Adorable.
Y entonces, no me digáis como, me miro. Me miro y sonrió. Las dos nos quedamos paralizadas unos segundos, hasta que corrimos para abrazarnos.
Ni si quiera la pude mirar a los ojos, simplemente, nos fundimos en el abrazo.
Su olor a vainilla, me llego incluso antes de estar a su lado. Sus brazos rodeaban mi cuello, y los míos su cintura. Sentí  eso que dicen en las películas  que desaparece todo el mundo, y estas solo tu, con el o ella. Nadie podría fastidiar aquello. No dejaría que nadie lo hiciera.
No me di cuenta cuando, pero había empezado a llorar, y por los sonidos que había detrás de mi hombro, ella también. Nos separamos unos segundos.
Vi sus preciosos ojos, con los que tantas veces había soñado. Eran increíbles. Su sonrisa. Su cara llena de lagrimas.
A las dos nos dio esa risa estúpida, y volvimos a abrazarnos.
¡Por fin!
Nuestros padres nos dejaron pasar la tarde solas por allí.
Salimos a la calle. No sabia que haríamos  no sabia nada. Solo sabia, que quería abrazarla. Que quería memorizar cada pequeño detalle, para no olvidarme de nada.
Fuimos a un parque cercano. El suelo estaba lleno de pequeñas florecillas blancas y delicadas.
Nos sentamos en la hierba. La mire.
¿Esto era un sueño?
No podía ser. No después de tanto tiempo.
Y otra vez las dos a emocionarnos.
El aire soplaba tranquilo y me traía su olor a vainilla, todo el rato.
Creo que es algo, que jamas olvidare de ella. Si, posiblemente.
Pasamos horas juntas, horas preciosas.
Pero todo se acaba, y es lo doloroso.

Caminamos otra vez hacia la estación.
Estábamos otra vez, las dos llorando. Pero no era por lo de horas atrás.
Un ultimo abrazo, lleno de pasión, amor, dolor.
Me acerque a su oído, y se lo dije bajito. En un susurro, casi imperceptible.
Je t'aime, mademoiselle.
Me apretó más fuerte, y yo le devolví el apretón.
Se separo de mi un segundo y me miro a los ojos.
-Por favor, no te olvides de mi.
-Nunca.
-¿Nunca?
-Jamás, te lo prometo
Nos volvimos a abrazar, y me subí al tren.
Este se puso en marcha, y mis labios soltaron un pequeño "te quiero" que la hizo sonreír.
Jamas la olvidaría. Jamas lo olvidaría. Ni a ella, ni a nada..
A su perfume, a sus ojos. Su pelo, o su sonrisa. Al baile que habíamos hecho juntas. A los taconeos de aquella tarde. A las horas haciendo la croqueta.
A las lagrimas, o a los gritos de alegría por la calle. A como nos miraba la gente.
A como me sentí..
Perfecta.



Buenas, espero que os haya gustado, jop. 
A mi si me gusta.
<23
Que de verdad, jamas la olvidare. 

Me alegro mucho de que al final no se cierre el blog, de verdad.
Hasta la proxima entrada. 
CHAIII



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